A menos que ocurriera una tragedia es un hecho que Donald Trump estará en las boletas el próximo 5 de noviembre durante la elección presidencial en Estados Unidos. En el llamado supermartes obtuvo una victoria contundente sobre la única rival republicana que se mantenía en la contienda, Nikki Haley.
De 15 estados en disputa el magnate triunfó en 14 borrando de un plumazo las aspiraciones de su compañera de partido que solamente logró ganar en el bastión demócrata de Vernon. Tras bajarse de la lucha por la nominación, Haley le lanzó un último disparo al expresidente: le negó su apoyo y lo convocó a ganarse el voto de cada uno de los republicanos que no comparten su visión de país.
Si alguna sorpresa hubo fue la abismal diferencia que separó a los dos aspirantes. Todas las encuestas ya habían anticipado que Trump saldría con la victoria aunque no de forma tan determinante. Un doble triunfo en el lapso de 72 horas, ya que el lunes la Suprema Corte de Justicia mantuvo la elegibilidad del exmandatario pese a su presunta responsabilidad durante la toma de el Congreso el 6 de enero de 2021, además de otros juicios penales e inumerables casos civiles.
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Del otro lado, en el partido demócrata, todo fue miel sobre hojuelas para el presidente Joe Biden, quien sin rivales de peso tiene garantizada la candidatura, por lo que se anticipa un encontronazo como el de 2020 en el que se impuso el actual presidente pese a las acusaciones de fraude y maniobras del empresario para entregarle el poder.
Con las nominaciones ya prácticamente en la bolsa para ambos contendientes, se abren una serie de debates sobre como habrán de resolverse los diferentes problemas empezando por la migración. En un discurso cargado de incongruencias, Trump se aventuró el martes a comparar a los indocumentados con Hannibal Lecter, el villano canibal del film El Silencio de los Inocentes y de paso equiparó a las lenguas de los migrantes con lenguas del planeta Marte.
Sobre México se cierne una amenaza permanente de llegar el magnate a la presidencia. Durante su anterior gestión presionó, con éxito, a la administración de Andrés Manuel López Obrador para que nuestro país sirviera de barrera para frenar la ola procedente del sur, incluso se jactó que México le había brindado 28 mil soldados gratis para detener a los sin papales.
Otra preocupación que se encuentra sobre la mesa gira en torno a la edad de los presidentes: al terminar su mandato Trump contaría con 81 años y Biden con 85, en una nación cuya espectativa de vida para los varones no supera los 77 años; además, que ambos ya han mostrado públicamente algunas deficiencias en sus procesos mentales.
La CDMX, ¿derechizada u opositora?
Al opinar respecto a que es la Ciudad de México la segunda entidad donde su popularidad es más baja, el presidente López Obrador dijo que la capital del país se ha venido “empanizando, aburguesando, derechizando”. Obviamente, para AMLO todo es culpa de los otros, en este caso de los chilangos.
La reciente encuesta de El Financiero pareciera darle la razón al tabasqueño. Clara Brugada aventaja por sólo 8% a Santiago Taboada (44% contra 36%), y el detalle del estudio refiere una elección que puede cerrarse más, en esa ciudad dividida que nos dejó las elecciones de 2021: en las alcaldías de la zona oriente, Brugada aventaja con el 50% de las preferencias, mientras Taboada el 32%; pero en las demarcaciones de la zona poniente, el panista tiene 40% y la de Morena 37%. Si esto es el arranque, no se dude de que las preferencias se empaten antes de terminar el mes.
Hablar de una “derechización” de la CDMX es erróneo. Desde la elección de 1988, cuando todavía no se elegía regente, el voto para presidente de la República se decantó a favor de Cuauhtémoc Cárdenas, quien a la postre fue el primer Jefe de Gobierno del DF. López Obrador ganó una elección cerrada a Santiago Creel, con todo y el efecto Fox, pero ya de entonces el PRI, partido gobernante, se había perdido en la Ciudad de México, y los grupos clientelares capitalinos pasó a controlarlos el PRD y ahora Morena.
La Ciudad de México no es de una tendencia o cultura conservadora, como sí lo es el Bajío o el occidente del país. Es una ciudad que se ha partido políticamente en oriente morenista (con más grupos clientelares) y poniente opositor (más clasemediero y gentrificado), pero con presencia de ambos, no se trata de Berlín durante la guerra fría. Quienes habitan la Ciudad de México padecen la inseguridad de la delincuencia común con los robos, pero también de la organizada con la extorsión y el narcomenudeo; la congestión vial, la decadencia del Metro y el alto costo de vida.
Es una ciudad liberal, pero totalmente ajena a la narrativa maniquea de AMLO. Es una ciudad con tendencia a la izquierda, lo cual no quiere decir que sea morenista, pues hasta los mismos militantes de Morena tienen sus diferencias, y si no, vean las desaveniencias entre los equipos de Claudia Sheinbaum y Clara Brugada. Y, definitivamente, no es una ciudad obradorista, nunca lo ha sido. Es una ciudad exigente con sus gobernantes locales y federales, y opositora a quien esté en el poder. Eso castigó al PAN en 2012, al PRI en 2018, y ahora a Morena en 2024.