Invertir en bonos: Perspectiva desde la renta de una propiedad

Para quienes desean comenzar a invertir o se plantean diversificar su estrategia de inversión, es probable que se pregunten si es conveniente apostar por el mercado de bonos. Para explicarlo mejor se puede tomar como referencia un tipo de inversión más común: la renta de una propiedad.

Cuando compras un bono, ya sea gubernamental o corporativo, existe la promesa de devolverte el monto que pagaste más un interés generado con el tiempo. Del mismo modo, si alquilas tu casa, la promesa del inquilino es pagarte una renta —regularmente mensual—. En ambos casos estás haciendo un préstamo, solo que en el caso del bono se trata de dinero y en el caso de la renta es un bien tangible.

Cuando compras un bono corporativo le estás prestando dinero a una empresa, a cambio del pago de una cantidad fija de intereses periódicamente hasta el vencimiento del bono, mientras que en el caso de una renta el acuerdo concluye comúnmente en el plazo de un año.

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Ambos tratos implican confianza, pagos periódicos (intereses o alquileres) y la devolución de lo prestado (capital o propiedad). Asimismo, el valor de un bono y una renta se pueden ver afectados por factores como la inflación o un ajuste en las tasas de interés.

Por ejemplo, si quisieras vender la propiedad que tienes en renta y los alquileres en la zona aumentan, un posible comprador podría ofrecer menos por tu propiedad, ya que la renta ahora es menor de la que podría obtener en otro lugar. De igual forma, cuando suben las tasas de interés, los bonos emitidos a una tasa más baja se vuelven menos atractivos, lo que provoca una caída de sus precios.

Por el contrario, si las rentas bajan y tú estás recibiendo más que el precio promedio en el mercado, tu propiedad se vuelve más valiosa. En el caso del mercado de bonos, si bajan las tasas de interés, los bonos existentes con las tasas más altas se vuelven más atractivos y sube su precio.

Es importante tener en mente que la duración del bono determina su sensibilidad a las variaciones en las tasas de interés. Los bonos a largo plazo sufren una mayor volatilidad de precios que los bonos a corto plazo con cambios en las tasas. Es como si tuvieras un contrato de alquiler a largo plazo; si éste fuera de diez años a un precio fijo y los costos de alquiler suben significativamente después, estarías amarrado a una renta baja durante más tiempo, reduciendo su valor percibido. 

Pero, con un contrato de arrendamiento de un año puedes ajustar el costo de la renta antes. Así, un bono a largo plazo será menos atractivo si las tasas de interés suben poco después de adquirirlo.

Otra comparación que ayuda a entender el funcionamiento del mercado de bonos tiene que ver con los riesgos. Tanto el emisor de un bono como un inquilino pueden caer en impago. En el primer caso, la compañía podría no pagar si cae en quiebra, mientras que el inquilino puede dejar de pagar o dañar la propiedad. 

El riesgo de tener que reinvertir a un costo inferior al original es otra posibilidad. En el caso de los bonos, cuando vencen o llega el momento de pago, las tasas actuales pueden ser más bajas que cuando se compraron. En alquileres, si el contrato finaliza y las rentas actuales han bajado, puede que tengas que aceptar un alquiler más bajo para un nuevo contrato.

En este punto es clave resaltar que tanto el mercado de bonos como el de alquileres tienen sus particularidades, sin embargo, al establecer un paralelismo entre ambos, es posible brindar un panorama más claro sobre cómo opera el mercado de bonos.

Al final, la clave siempre radica en “no poner todos los huevos en la misma canasta” y tener gran claridad de las necesidades particulares que, como inversionista, guían el camino para seleccionar los activos que brindan las mejores oportunidades de maximizar rendimientos.

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