Por Kary Fernández
La palabra sororidad no es un invento de Pinterest ni una etiqueta para vender tote bags con frases inspiradoras. Es, en realidad, el pegamento que ha mantenido en pie a más de una generación de mujeres en un mundo que todavía cree que “club” es sinónimo de golf o de whisky. La diferencia es que en los clubes de mujeres no se juega al hoyo en uno ni se compite por quién tiene la botella más cara, sino por algo infinitamente más valioso: espacio, voz y oportunidades.
En serio, no es exageración: según el Women in the Workplace Report 2023, las mujeres con acceso a redes de apoyo formales tienen 47% más posibilidades de ascender en su empresa. Casualidad? No. Es estrategia. Porque lo que se conversa entre cócteles de gin tonic y presentaciones de proyectos, termina moviendo dinero, inversiones y hasta políticas públicas.
Y no solo se trata de la lana. Hablemos del impacto emocional. El 68% de las socias de clubes de liderazgo femenino reportan sentirse más seguras de sí mismas después de participar activamente en mentorías y alianzas (dato de Catalyst, no de mi comadre o la vecina). Traducción libre? Cuando una mujer se sabe respaldada por otras, deja de pedir disculpas por existir y empieza a facturar, literal y metafóricamente.
Ahora, la parte jugosa: por qué los clubes de mujeres están transformando la economía mundial? Porque han dejado de ser “juntas de té” y se convirtieron en hubs de negocio, think tanks de impacto social y plataformas de inversión colectiva. Desde Nueva York hasta Dubái, pasando por la CDMX, estos espacios funcionan como incubadoras de proyectos y pasarelas de contactos que harían palidecer a LinkedIn.
Y sí, claro, hay hombres que se ríen y dicen: “ay, qué exageradas, para qué un club solo de mujeres?”. La respuesta es simple: porque durante siglos, los clubes de hombres fueron exclusivos y nadie lloraba por eso. Ahora nos toca jugar con las mismas reglas y, sorpresa, somos mucho más eficientes compartiendo tips de inversión mientras nos probamos tacones en lugar de trajes grises.
El impacto económico es medible: McKinsey calcula que cerrar la brecha de género en la fuerza laboral podría sumar 28 trillones de dólares al PIB global en menos de una década. Y adivina qué: los clubes de mujeres son piezas clave en ese rompecabezas, porque ahí se cocinan las alianzas que luego se convierten en empresas, startups o movimientos sociales.
Así que la próxima vez que escuches “club de mujeres”, no pienses en brunch con mimosas y sombreros gigantes (aunque tampoco está mal). Piensa en un ejército estratégico de líderes que están aprendiendo a hacer lo que los hombres han hecho toda la vida: organizarse, recomendarse y repartirse el pastel… solo que nosotras lo servimos con estilo.
Just saying…