Divergente PIB de la OTAN

by Editorial

Por Mtro. Rafael Estrada Cano
Analista Político

El reciente Pacto de La Haya marca un punto de inflexión: los 32 países miembros de la OTAN acordaron elevar el gasto en defensa al 5% del PIB para 2035. Esto abre la puerta a un ciclo de inversiones públicas sostenidas que reactivarán líneas de producción militar durante años. Para 2025, la tendencia hacia el militarismo se reinstala, vinculando poderío bélico con fortaleza económica y capacidad de influencia global.

Dentro de la OTAN, existe una tensión poco expuesta: priorizar la producción local para asegurar cadenas de suministro y garantizar que los beneficios repercutan en las economías nacionales. Esta dinámica ha creado un ecosistema desigual, donde mientras algunos sectores se sienten infravalorados desde el fin de la Guerra Fría, otros han multiplicado exponencialmente el valor de sus acciones.

La “securitización bursátil de la guerra” describe cómo los riesgos y oportunidades de los conflictos se transforman en instrumentos financieros negociables. Las naciones con los ejércitos más poderosos impulsan indirectamente el valor de empresas de armamento, ciberseguridad y energía, como ya ocurrió tras los últimos conflictos en Medio Oriente.

En el siglo XXI, la guerra tecnológica ha dejado de ser una hipótesis. Sistemas de armas autónomos, enjambres de drones, misiles inteligentes y centros de comando automatizados, impulsados por inteligencia artificial, redefinen la forma en que se conciben los enfrentamientos. Los avances en machine learning y deep learning permiten a estas armas aprender, adaptarse y tomar decisiones de forma independiente.

La OTAN y los BRICS+ representan hoy los dos bloques con mayor peso político, económico y militar. Mientras la alianza atlántica concentra parte de las potencias bélicas y navales más influyentes, los BRICS+ se consolidan como contrapeso con fuerzas terrestres, aéreas y marítimas capaces de disputar influencia global.

Más allá de las cifras y rankings militares, este escenario plantea debates éticos y financieros. La posibilidad de especular con el impacto económico de la guerra en mercados bursátiles abre una discusión sobre el rumbo de la seguridad internacional y sobre si es posible imaginar un futuro donde el poder no se mida en ejércitos ni armamento, sino en cooperación y desarrollo.

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