Hace unos días coincidí con Diva Lomas en el Chateau Marmont de Los Ángeles, ese lugar donde las conversaciones se vuelven confidencias y los espejos parecen testigos de secretos de moda. Entre un cóctel y el murmullo de la terraza, nos descubrimos hablando de lo que ambas compartimos como una obsesión: la necesidad de vestir con identidad propia, sin seguir la dictadura absurda de la “tendencia” que termina uniformando a medio planeta.
Porque sí, la moda es un negocio millonario, pero el estilo es otra cosa. Y ahí, Diva Lomas juega en otra liga. Ella no es de las que necesitan repetir lo que dicta una pasarela o perseguir el color de la temporada como si fuera salvación divina. Diva entendió desde hace años que la verdadera elegancia no se mide en cuántas marcas acumulas, sino en la capacidad de transformar una prenda en discurso.
Su trayectoria lo demuestra. Conocida en los círculos creativos por su visión irreverente y su manera de subvertir lo establecido, Diva ha construido un nombre que no se explica desde la complacencia. No es influencer de catálogo ni empresaria de copy-paste: es una creadora que vive para reinterpretar la estética con autenticidad, criterio y … como le gusta decir: “flow”. Y ese “flow” no se compra ni se enseña; se transpira en cada prenda.
En este icónico lugar de Lax, la conversación fue casi un manifiesto compartido. Ambas coincidimos en lo mismo: lo que atrae no es ver a alguien portar el vestido que ya has visto veinte veces en Instagram, sino descubrir un look que parece sacado de un universo paralelo. Esa osadía de decir: “esto es mío, aunque no lo reconozca nadie más”. Porque lo verdaderamente fascinante es no parecerse a nadie, aunque eso incomode.
El problema con la obsesión por la tendencia es que te roba personalidad. Entras a un evento y de pronto todas llevan el mismo bolso, el mismo corte de blazer, el mismo labial anunciado por la misma celebrity. Eso, más que moda, es clonación estética. Y justo ahí está el valor de alguien como Diva Lomas: ella se viste para contar quién es, no para agradar al algoritmo.
Su propuesta siempre ha estado ligada a la autenticidad. Desde sus inicios en proyectos de estilismo hasta sus colaboraciones con marcas que entendieron que con ella no podían esperar lo convencional, Diva ha hecho del estilo una narrativa personalísima. No busca aprobación, busca impacto. No repite fórmulas, genera conversación. Y ese es un lujo más grande que cualquier etiqueta.
Lo curioso es que en esta época donde todos quieren “ser diferentes” terminan viéndose iguales. El exceso de información, de influencers y de fast fashion ha hecho que la originalidad parezca en vías de extinción. Pero Diva representa lo contrario: una mujer que entiende que el estilo no está en acumular piezas, sino en elegir con inteligencia y llevar con convicción lo que nadie más se atreve.
Salí de Chateau Marmont pensando que la autenticidad al vestir es casi un acto político. En un mundo que exige uniformidad, atreverse a mostrar tu identidad real es rebelión pura. Y ahí está la clave: el estilo, como Diva Lomas lo encarna, no se trata de seguir tendencias, sino de imponer presencia. Lo demás, como diría ella, es simple decoración.
Just saying…
Una columna de Kary Fernández
