En un contexto mundial lleno de retos sociales, económicos y ambientales, las fundaciones se han consolidado como agentes estratégicos del cambio. Aunque muchas veces trabajan fuera del reflector mediático, su impacto resulta profundo y transformador.
Estas organizaciones sin fines de lucro destinan recursos a proyectos educativos, de salud, cultura, ciencia o medio ambiente. En México y el mundo, se han convertido en aliadas clave del sector público y privado, ofreciendo soluciones donde el mercado o el Estado no alcanzan.
A diferencia de la asistencia tradicional, las fundaciones operan con objetivos claros y metodologías medibles. Se trata de plataformas de filantropía estratégica que canalizan recursos hacia resultados concretos, escalables y sostenibles.
Ejemplos en México son la Fundación Carlos Slim, Alfredo Harp Helú, Televisa, Azteca, BBVA, Herdez y UNAM, que trabajan en ámbitos que van desde la salud digital y la educación, hasta la preservación cultural y la gastronomía. Todas ellas son muestra de cómo la filantropía puede transformar realidades.
A nivel internacional destacan la Fundación Bill y Melinda Gates, Ford Foundation, Open Society y Fundación Rockefeller. Cada una, desde sus propios enfoques, impulsa proyectos que van desde la justicia social y la democracia hasta la salud pública y la innovación científica.
Más allá de financiar causas, las fundaciones promueven cohesión social, fomentan la participación ciudadana y empoderan comunidades. En momentos de crisis, su capacidad de acción inmediata ha demostrado ser esencial para la recuperación y resiliencia de sociedades enteras.
Hoy, más compañías incorporan fundaciones como parte de su estrategia de responsabilidad social. Invertir en ellas no solo genera bienestar colectivo, sino que también fortalece reputación, confianza y compromiso ético en un mundo que exige coherencia.
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