En geopolítica, el arte no está en la fuerza bruta, sino en la sutileza. Y el Mundial 2026 es, para México, el caballo de Troya perfecto para dejar entrar capital chino sin que Trump arme un berrinche en Mar-a-Lago.
Mientras el mundo entero fije la vista en goles, estadios y selfies con el sombrero tricolor, México puede abrir las puertas a autobuses eléctricos BYD para turistas, paneles solares chinos para iluminar estadios y hasta tecnología 5G para gestionar multitudes… todo bajo el paraguas FIFA.
La narrativa sería impecable: “no es geopolítica, es logística”, “no es China, es infraestructura sostenible”. Trump difícilmente atacará un Mundial que comparte con EE.UU., especialmente si las cadenas de suministro T-MEC siguen intactas y las exportaciones mexicanas a Detroit no se ven afectadas.
Como en Troya, el “regalo” no parece amenaza hasta que ya está adentro. Pero en este caso, el contenido es inversión, tecnología y soft power asiático que México necesita para no ser rehén eterno del humor gringo.
Moraleja:
El Mundial 2026 es la excusa ideal para que México y China jueguen en el mismo equipo… sin que el árbitro … y vecino, marque falta.
Por Kary Fernández